"La Isla de FLores ha ejercido siempre una fuerte atracción sobre los montevideanos costeros, que la miran desde tierra firme con temor y prudencia por el mar que la rodea, por la leyenda negra que todavía la cubre de espesa niebla desde aquellos trágicos días de lazareto y la cárcel, pero sobre todo por el terror que inspiran en los marinos sus restingas y roquedales."
"La famosa isla vivió su época de gloria a fines del siglo XIX y principios del XX, cuando la nación oriental crecía buscando su identidad, cuando las guerras de la civilizada Europa expatriaban a millones de hombres y mujeres que llegaban en busca de progreso y de paz, junto con, desgraciadamente, decenas de pestes que por entonces resultaban incontrolables."
"Refugio de aquellas víctimas y descanso eterno de los vencidos por la enfermedad, la Isla de Flores fue un filtro para aquellos hombres de lejanos países, que buscaban integrarse incipiente a la sociedad criolla, sangre de todas las razas, nacionalidades de todos los lugares y credos de todas las religiones, que se amalgamaron para forjar esta patria cosmopolita en medio de una humanidad llena de prejuicios raciales."
"Nuestra isla de cambiantes nombres por motivos ingnorados, innominada entonces, fue testigo del paso de centenares de velas rumbo al oeste, muchas de las cuales terminaron sobre los movedizos bancos de arena o contra las rocas de la costa, empujadas por los pamperos.
La construcción de su faro, discutida y aplazada innumerables veces por las cortes europeas, reclamada siempre por los habitantes de Montevideo, parece decirnos que no hay nada nuevo bajo el sol. Es la eterna historia de los grandes proyectos, de las mejoras indispensables para el progreso humano, que muchas veces se prolongan entre trámites administrativos e intereses encontrados. "
Fuente: "Historias y leyendas de la isla de Flores" Eduardo langguth, Juan Antonio Varese.
Ediciones Torre del Vigía.
Fotografías de: Sometimes